viernes, 4 de junio de 2010


Parábola de las diez jóvenes (Mateo 25:1-13; Marcos 13:35, Lucas 13:25)
Me he dado cuenta de que esta parábola trae un mensaje que por lo menos yo no había notado. Además de lo que ya sabemos, del descuido y la diligencia como opuestos en la vida, un tercer elemento que se percibe en este relato es la asertividad.
Todos hemos leído esta parábola, o la hemos oído en la iglesia los domingos. Nos habla de dos actitudes muy comunes en la vida: la previsión versus el descuido y la vagancia. Las primeras novias saben cómo prepararse para la llegada del novio. Buscan sus lámparas, y se proveen de aceite necesario para encenderlas en caso de que se les gaste el que llevan. En cambio, las otras, a las que algunas versiones de la Biblia llaman, "las necias," se acuestan sin proveerse de lo necesario. Claro, cuando llega el momento, les piden a las que tienen.

En términos espirituales, este aceite del que habla Cristo es la gracia. Nuestra lámpara encendida simboliza la espiritualidad que hemos alcanzado. Para mantener viva esa llama, nos proveemos de ese aceite que incluye la misa, la asistencia a los sacramentos como la reconciliación y la comunión, los ejercicios espirituales, la meditación diaria, la evasión de la tentación, etc. Todo esto es a lo que se refiere Cristo con ese aceite con el que llenan la lámpara las jóvenes diligentes. Las necias en cambio se conforman con tener la lámpara y lo que Dios ha puesto allí sin ellas volverlo a llenar. Cada uno de nosotr@s tiene algo divino que debe hacer crecer con todo aquello de lo que hablamos. La parábola nos está diciendo que si no hacemos buenas obras ni mantenemos la gracia, ni siquiera la intercesión de otros logrará que entremos al Reino de Dios. No me refiero a que alguien se sacrifique por nosotros, porque eso sí rendirá fruto. Me refiero más bien a que la gracia es algo personal que no se puede transferir. Mi gracia es mi gracia, Dios no te la va a acreditar a ti. Yo puedo interceder con mi oración para que Dios te dé la oportunidad de reformar tu vida y ganarte la gracia, pero no te puedo dar la mía. A eso se refiere la parábola. La gente necia es la que se cree que puede robarse el cielo con la gracia de otros. Eso no será así. Dios te pide: darte quiere.

En la vida cotidiana, sabemos de gente como estas jóvenes necias. Gente que se roba las ideas de otros, y las pasan como si fueran suyas. Gente que se roba la identidad de trabajadores honestos para agenciarse el seguro social o las pensiones. Gente que funciona como hipócritas religiosos para que piensen bien de ellos, mientras viven vidas de pecado y de delito. Much@s se aferran a la compasión de gente buena que se cree que los ayudan y los dejan hacer lo que sea. A veces en las clases hay estudiantes que dejan que otros se copien de sus exámenes, porque "él o ella no pudo estudiar." En otros momentos dejan pasar a alguien mientras están en un embotellamiento, alguien que se ha metido por el paseo, haciendo algo ilegal, y no ha querido esperar su turno. Las incidencias son múltiples. Nos vemos acosados por gente así casi todos los días. Y uno les toma compasión, porque "un favor no se le niega a nadie." Estoy de acuerdo con eso, pero siempre he dicho que las situaciones hay que evaluarlas en el contexto.

Recuerdo el caso de una estudiante que tuve hace mucho tiempo. Un día hablábamos del Carpe Diem, el tema literario que habla de la fugacidad de la vida. Ella empezó a llorar, porque ella moriría muy joven. Nos dijo que tenía cáncer. Conmigo llevaba una nota aceptable, pero con una de mis compañeras llevaba una nota de fracaso. Cuando terminamos el verano, mi compañera me dijo que tenía una disyuntiva. Le pregunté que cuál era. Me dijo que no sabía qué hacer con aquella joven, ya que ella no pasaría el curso. Le dije, no hay ninguna disyuntiva, tienes que fracasarla. Me dijo insensible, y me preguntó si yo no sabía que ella tenía cáncer. Le dije que eso era lo que ella había dicho. Pero le añadí que en el cielo no necesitaría una nota de ese curso. Y le dije más, si ella no muere, tú tendrás un problema de ética. Estuvimos discutiendo por casi media hora, hasta que la convencí de que le diera la nota que había sacado.

Un mes después me encontré con la estudiante. Estaba muy contenta, y me dijo que no se moriría porque no tenía cáncer. Que ella se lo había creído porque le habían encontrado una mancha en el pulmón, que resultó ser otra cosa. ¿Ven?

Las jóvenes diligentes tienen además lo que se llama asertividad. Hacer lo que tienen que hacer o decir lo que tienen que decir en el momento apropiado. No siguen el "ay bendito", y les dan el aceite a las irresponsables. Les dicen lo que tienen que hacer: vayan y compren, no sea que no dé para todas. Eso es lo que tenemos que hacer, aunque a la gente no le guste. Conceder y conceder malcría a nuestro prójimo. A veces lo hacemos con nuestros hijos, e hijas, o con nuestros amigos y amigas. Hay que dar la respuesta apropiada, porque lo que se hace con la gracia, es responsablidad de cada cual.

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